9 abr 2008

El arte como terapia

En muchas ocasiones es muy difícil o demasiado doloroso comunicar con palabras determinados conflictos, sentimientos o traumas del pasado. Otras veces no se encuentran las palabras apropiadas; quizás se trate de un estado interno desagradable, una angustia que no se sabe con certeza de dónde viene, una sensación de desasosiego, de insatisfacción, temor, incertidumbre... o una amalgama de sentimientos confusos cuya expresión resulta sumamente complicada. Pero es muy difícil llegar a sanar esas viejas "heridas del alma" si se mantienen ocultas, sin prestarles atención, tratando de correr un tupido velo sobre ellas. Cualquier conflicto de tipo psicológico sólo puede resolverse de forma efectiva trabajando en él, sacando por completo a la conciencia sus aspectos más escondidos y dolorosos; los mismos que quedan atrapados en algún lugar de nuestra mente luchando por salir mientras gastamos una gran cantidad de energía en mantenerlos a raya para no saber nada de ellos ni del dolor que pueden llegar a provocar. Sin embargo, esto apenas se consigue, pues esos contenidos que necesitan ser elaborados aparecen cada vez que tienen ocasión, a través de los sueños, en las pesadillas, en problemas físicos como dolores, cansancio o tantos otros, o en forma de una sensación de malestar casi inefable. Pero no es aconsejable empujar a una persona a tratar dichos conflictos o traumas si no se siente preparada, así como tampoco es aconsejable provocarle un sufrimiento innecesario al hacerle recordar acontecimientos tan dolorosos. ¿Qué hacer, entonces, en estos casos? A veces el tiempo es suficiente para conseguir la fuerza necesaria para empezar a hacer frente a los problemas, pero en otras ocasiones podemos recurrir a una forma más suave y sencilla de hacerlo: el arte.
El ser humano ha usado el arte como modo de expresión antes incluso de que apareciera el lenguaje verbal. Los chamanes de antiguas culturas africanas y americanas lo han utilizado en rituales de curación y los psicoterapeutas han visto el proceso artístico como una forma de expresar sentimientos y conflictos internos. La Asociación Americana de Terapia Artística la define como "una profesión que utiliza el arte, las imágenes, el proceso creativo y las respuestas del paciente/cliente ante sus creaciones como reflejos del desarrollo, habilidades, personalidad, intereses, preocupaciones y conflictos del individuo". Su práctica se basa en el conocimiento de las técnicas psicológicas y se trata de un modo de "reconciliar problemas emocionales, fomentar la autoconciencia, desarrollar habilidades sociales, manejar conductas, resolver problemas, reducir la ansiedad, ayudar a orientarse hacia la realidad e incrementar la autoestima".
El arte supone una forma fácil y cómoda de bucear en el interior de nuestra psique, sacar los conflictos al exterior y manejarlos de un modo indirecto, transformándolos de manera creativa.
Pero no son sólo los artistas los que pueden valerse de esta valiosa herramienta terapéutica. Todos tenemos la capacidad de crear, lo único que tenemos que hacer es encontrar la forma más apropiada para cada uno. No se trata de hacer una genial obra de arte, ni de atenerse a determinadas reglas o normas a la hora de hacer las cosas, y tampoco es necesario que guste a los demás. Lo que importa es el simple hecho de crear, y sobre todo, de hacerlo con sinceridad, dejando que afloren nuestros sentimientos y emociones, que nuestra creación tenga significado y contenido y sea un reflejo de lo que está sucediendo en nuestro interior. Se pueden usar formas abstractas, líneas, colores, recortes para hacer colages, arcilla, plastilina, escritura, decoración del hogar, poesía, pintar, dibujar, esculpir o cualquier otra cosa que resulte agradable de hacer e implique algún tipo de proceso creativo.
Dos formas de terapia artística
Existen dos maneras de hacer este tipo de terapia: libre y estructurada. La primera consiste en dejarnos llevar y crear lo primero que aparezca en nuestra mente, sin saber si quiera qué es lo que estamos haciendo hasta que lo hemos terminado. En este caso lo que hacemos es abrir las puertas de nuestro subconsciente y dejar que afloren sus contenidos a la conciencia. También sirve para incrementar la expresión de la creatividad.
En la terapia estructurada el terapeuta le pide al paciente que haga un trabajo determinado o utilice materiales específicos, con el fin de trabajar ciertos aspectos de la problemática del individuo en cuestión o de profundizar más en ellos. Puede pedirle, por ejemplo, que haga varias máscaras que reflejen diversas facetas de su personalidad; que dibuje los sentimientos que experimenta ante una determinada enfermedad, un recuerdo importante, la propia familia, etc. El doctor Siegel, por ejemplo, le pide a sus pacientes enfermos de cáncer que creen imágenes relacionadas con su tratamiento para descubrir de este modo cuáles son sus creencias acerca de la terapia y cómo están afectando a los resultados. Un grupo de alumnos de un taller de terapia artística de Estados Unidos llamado RAW, crean, a instancias del terapeuta, un gran cuenco con papel de aluminio. Después, les pide que metan dentro todas sus dudas, miedos, inseguridades y problemas. Luego colocan todos los cuencos en el suelo y cuando el terapeuta da la señal saltan sobre ellos y los pisotean hasta destruirlos por completo.
Una vez creada la obra, cuando ya hemos entrado en nuestro subconsciente y nos hemos traído algo de allí, es conveniente empezar a trabajar en ella de otra manera: observándola, analizándola, tratando de decir ahora con palabras lo que ya hemos dicho con imágenes y hacerlo del todo consciente en vez de dejarlo en ese lugar intermedio entre el consciente y el subconsciente en el que el arte suele situarse muchas veces. Es aquí donde la persona encargada de un taller de este tipo pasa de ser un profesor de dibujo, escultura, etc. para convertirse en el psicoterapeuta que nos guía y nos ayuda a movernos a través del complejo e intrincado mundo de nuestras imágenes y representaciones mentales.
Sin embargo, no siempre es necesaria la ayuda de un terapeuta ni la interpretación o discusión del trabajo artístico. Muchos autores defienden la creación artística como curativa en sí misma. Los niños y adolescentes suelen usar el arte de forma espontánea. Antes de aprender a hablar correctamente, un niño puede estar transmitiendo mucha información acerca de sus estados internos mediante los dibujos que realiza. Y los adolescentes pueden servirse del arte para superar esa difícil etapa en la que están descubriendo y construyendo su propia identidad. Al llegar a la edad adulta, sin embargo, sumergidos por completo en un mundo de obligaciones, horarios y responsabilidades, no es extraño que muchas personas dejen de lado completamente cualquier tipo de actividad creativa, viéndose así privados de una importante válvula de escape.
¿Cómo cura el arte?
El arte no sólo sirve para tratar problemas emocionales, sino que también ha resultado eficaz como ayuda en el tratamiento de diversas enfermedades físicas. Se ha utilizado, por ejemplo, en casos de SIDA, cáncer, traumas, separación, duelo, adicciones, retos emocionales y físicos, enfermedad mental, autismo, etc. Según los estudios realizados, el arte afecta al sistema nervioso autónomo, al equilibrio hormonal y a los neurotransmisores cerebrales. Se produce un cambio en la actitud, el estado emocional y la percepción del dolor, consiguiendo llevar a una persona desde un estado de estrés a otro de relajación y creatividad. Nos conecta con la parte más profunda de nuestra psique, donde reside el poder curativo que todos poseemos. El autista, por ejemplo, encuentra en el arte un modo indirecto de interaccionar con el terapeuta y de comunicarse. Su creación es la grieta a través de la cual el terapeuta logra alcanzar el solitario mundo del autista, quien se siente seguro en el marco de la terapia artística: un lugar donde todo es predecible y las fronteras estás bien establecidas. Este tipo de terapia les ayuda a explorar el espacio y a desarrollar diferentes formas de representación; potencia la comunicación y les ayuda a dar forma y sentido a sus experiencias.

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